lunes, 20 de junio de 2011

Porque da igual ayer que hoy... o mañana...

31 años. Ese fue el tiempo que mi papá tuvo la bondad de aguantarme en su casa. Lo que no comprenden en mi familia es que lo hice para que mis jefes tuvieran compañía. Tony se casó chavo y el Pato ni aparecía en la casa por estar con Lupita... Así que yo era la opción.

Tal como las antiguas costumbres de las familias mexicanas, onda "Como Agua para Chocolate", donde la hija menor se tenía que quedar al cuidado de la Doña de la casa... ¡ah! porque claro, desde hace algunos años yo soy la hermana menor, aunque mis hermanos se empeñen en asegurar lo contrario.

Pero el punto de éste post es otro.

Durante los años en casa uno aprende cosas. El ejemplo de mi papá ha sido fundamental para mi persona. Yo siempre he pensado que mi madre fue muy afortunada al encontrarse con él y agandallárselo... y que esa buena fortuna nos salpicó a mis hermanos y a mi.

Es evidente que la percepción de papá va cambiando con los años. En la primera infancia era el hitazo, sobre todo porque lo veía poco, entonces mamá se vuelve un poco la bruja y papá viene al rescate ... jeje. Luego pubertad y adolescencia, etapa en la que viene el estira y afloja.

Debo decir que yo nunca tuve miedo de mi padre. Aún cuando se hacían travesuras o se reprobaba en la escuela (cosa que antes sí nos importaba y nos dolía... ahora les pasa de noche a los alumnos) jamás temí decir la verdad en mi casa.

Don Tuny tenía un estilo muy particular. En vez de largos sermones, mentadas, castigos, golpes o amenazas, se limitaba a decir: "tú sabes". Y debo decir que esas palabras hacían que uno se sientiera más chinche que si me hubiera sentado a escuchar un rollote de hora y media...

Con su "tú sabes" lograba los "autocastigos", ya saben, cuando por la pena de haber fallado ni te atreves a pedir absolutamente nada. A mi me funcionaba. A otro de mis hermanos, omito el nombre, no... ja. Con él se arreglaban de otra forma.

Ahora en mi etapa adulta veo cómo ha sido mi papá. Sereno, prudente, visionario, trabajador, justo, sencillo y descomplicado. Su familia antes que nada. Ahorrador. Metidísimo en mis cosas de la escuela (eventos, actividades y trabajos). Jamás faltó a una junta, a un festival, a una exposición en donde se requiriera su presencia. 

Puedo decir con absoluta seguridad que jamás me faltó nada. Tuve escuela, comida, ropa, casa y diversión. Eso es producto del trabajo de mi papá y la magia que hacía junto con mi madre para que alcanzara para todo.

Creativo. Tanto para las manualidades y reparaciones de la casa como para los planes familiares vacacionales.

Ahora que tengo a mi famlia y que sé lo que cuestan los hijos, en dinero, trabajo y esfuerzos... ¡pff! caigo en cuenta de los sacrificios que uno hace como padre (ésto también va para Teté).

Hay que hacerle de rico, de pobre, de payaso, de caballito, de cargador, de apapachador, de malo, de bueno, de cajero automático, de faquir, de dibujante, de artista, de mago, de sabelotodo, puedelotodo... y cuanto letrero o etiqueta quieran añadir.

Con los años es posible que los hijos nos demos cuenta de que los papás ni lo saben todo, ni lo pueden todo (quién sabe, los míos sí, jiji)... pero ¡vaya que valoramos el esfuerzo!

Yo soy feliz porque tengo a mi papá. Siempre. Tengo la certeza de su apoyo y consejo incondicional. Créanme que no es poca cosa. No cualquiera puede decir lo mismo.

Al día de hoy mi papá también es abuelo, y goza a sus nietos. Juega con ellos, los carga, se tira al piso, medio baila con ellos, ve las caricaturas, arma rompecabezas, pone la alberquita, los apapacha, los llama por teléfono, les manda besos y saludos por mail, les toma fotos (8mil 800 por visita), los hace reír, jamás los deja sin regalo de cumpleaños, navidad, día del niño y alguno que otro nomás por consentir.

Ojalá que el abuelo les dure muchos años. Chuy y yo, como educadores, sabemos que la presencia de los abuelos es indispensable en la vida familiar. De la sabiduría y serenidad que aportan los años, se aprende mucho.

Así pasa el tiempo. Tengo el mismo papá, pero lo he  ido viendo diferente.

Algunas de las etiquetas que le he puesto van desvaneciéndose o quedando en el olvido. Pero hay una que, al menos para mi, sobrevivirá hasta el último de sus días... héroe.

Te quiero papaito.

1 comentario:

  1. wooooooooooooooooow!!! sin duda han hecho un gran trabajo contigo!
    un abrazo grande!
    Gaby Perusquia

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