jueves, 6 de octubre de 2011

A mis lectoras...

Solteras, casadas, jóvenes, no tan jóvenes, alumnas, ex alumnas, estudiantes, mamás, abuelas, tías, amigas. Es muy variado el grupo que sigue éste blog, al que le estoy muy agradecida.

Desde hace poco más de una semana el tema del aborto o "interrupción del embarazo" como lo llaman algunos para limpiarse culpas ha estado con presente con intensidad en las redes sociales. En éstos días ya menos, Steve Jobs es el tema, pero volverá.

Mucha gente que conozco es de la banda 'pro vida', lo cual me da bastante alegría. Pero también hay algunos que defienden el 'derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo'. Cosa curiosa, dado que la decisión afecta precisamente a un cuerpo que no es el suyo y al que nadie defiende, pero ese tema es muy amplio y complejo para un post.

Desde hace varios años a mi alrededor he escuchado muchas historias de pérdida. Amigas a las que la ilusión de ser madres de pronto se les convierte en una cruda y opuesta realidad: perder un hijo. Yo no tengo idea de lo que significa atravesar una experiencia de ese tipo, pero tengo hijas, y sé el dolor que me causaría cualquier mal que cayera sobre ellas.

Pérdidas de bebé a las pocas semanas de gestación, pérdidas de bebés recién nacidos, cargar bebés sin vida en el vientre y hacer el esfuerzo de parir a una criatura sin vida porque no hay otra forma de sacarla. Bebés prematuros que pasan días, semanas y meses en hospitales y no consiguen salir adelante. Y hasta la pérdida de un hijo ya mayor.

Por otro lado, están las historias de mis amigas que no pueden concebir. Las que luchan años con tratamientos y se someten a una revoltura de hormonas para poder formar una familia. Muchas, en verdad demasiadas. Me sorprende la cantidad de gente que conozco y sigo conociendo que tiene dificultades para procrear.

Luego están las amigas que 'ahorita no', que quieren esperar. Yo he formado parte de ese grupo, y a veces a ratitos todavía. Y más radicales aún las que de plano ni quieren y, según ellas, ni querrán.

¡Somos tontas! De verdad. Habemos de todo: las que quieren y pueden, las que quieren y no pueden, las que pueden y no quieren ... ¿no les resulta un tanto injusto? A mi sí. Pero tampoco sorprende. Viviendo en un mundo falto de generosidad, ¿qué esperábamos?

Alguna vez terminé un noviazgo porque el caballero había decidido categóricamente que quería dos hijos cuando mucho. Los motivos: no quería dejar su estilo de vida; viajes, ropa de marca, buenos zapatos, salidas a lugares de prestigio, espectáculos... Cada quién. Pero eso no era para mi.

Yo veo dos cosas, por un lado hemos perdido de vista un detalle: los hijos no son un derecho, son un don. Y ¿qué es un don? La Real Academia Española lo define como 'Dádiva, presente o regalo.' Ya quiero verlas, mujeres, regresando un regalo valioso. Y las hay, miles, millones de mujeres el mundo diciéndole a Dios: 'Ahorita no, gracias, igual si regresas en otro momento te lo acepto'.

Disculparán ustedes, pero la excusa aquella de: 'es que ahorita no es un buen momento', me provoca náuseas. Un embarazo es una posible consecuencia de la vida sexualmente activa, y si se da se afronta, responsablemente. Es mucho lo que está en juego.

Por otra parte, está el asunto de pensar que cuando queramos, cuando nos decidamos, el milagro de la vida ocurrirá, así, sin más, porque lo queremos.

Hace un par de días hablando con una amiga de mis típicas novelas mentales le decía que no sabía si trabajar, si seguir dedicada a la casa, pero que probablemente si trabajara se interrumpiría porque me embarazaré de nuevo, etcétera. Y ella, muy serenamente, y con toda razón, me dijo: 'Para un poco, para empezar no sabes si Dios te mandará un tercero o un cuarto. Ahorita tienes dos y sobre eso planea '.

¡Válgame! Yo lo doy por hecho. Doy por hecho que en el momento que yo diga 'hágase', vendrá otro hijo. Pues ni que fuera Dios. Parece un absurdo, pero al ser humano ya se le ha hecho costumbre eso de sentirse omnipotente y andar repartiendo y sustrayendo vidas a merced.

Yo no me quiero poner en posición de juez, que se me da, con mucha frecuencia y facilidad. Pero éstos son temas delicados. Seguramente tocaré fibras sensibles y de gente cercana. Pero las cosas que digo a éste respecto no son ideas originales, ¡qué va!, tengo mis ratos pero no soy así de brillante. Me respalda la ley natural. Y hay cosas que son como son, guste o no.

Al final de la vida cada uno rendirá cuentas, como me decía una persona: a su Dios, gurú, líder espiritual o centro de energía. Yo lo haré con Dios, el que encabeza la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Y ya me enteraré si hice bien o no.

Rezo (sí, yo rezo), por las que quieren y pueden para que venga la paciencia y la fortaleza. Pido por las que quieren y no pueden para que no muera la esperanza ni decaiga la alegría si en los planes de Dios no hay hijos para ellas. Y espero, de corazón, que el paso del tiempo no sorprenda a las que han decidido que no es momento. Que no se les pase de tueste la espera.

Que es decisión de la pareja, que es cosa de cada quién. Pues sí, cada quien haga lo que guste. Yo me quedo con unas palabras de Chuy (1, 2, 3 o más hijos) 'de ninguno nos vamos a arrepentir'.

lunes, 3 de octubre de 2011

Mi Pikiye!

Hace unos días hablaba con Tony, mi hermano menor, y le comentaba que ya era yo conciente de mi mala memoria pero que había detalles que lo hacían más evidente.

¿Cómo cuáles? Cosas de Melissa, mi sobrina, se me estaban olvidando. Al día de hoy tiene 10 años, y pasó los primeros 5 muy cerca de mi. Créanme que cuando digo cerca en verdad me refiero a que prácticamente viví con ella todos sus momentos desde que nació hasta sus 5 y tengo muy fresco el cumpleaños 6 en el que me disfracé de Chilindrina, pero esa es otra historia.

La verdad es que muchos momentos y situaciones de mi vida estuvieron marcados por su nacimiento. Yo andaba con planes de irme a Argentina disque a estudiar periodismo deportivo o no sé qué cuando Tony nos dijo que sería papá... No me pregunten por qué a mi me pareció que irme sería imprudente. Ni que yo fuera a parir o mantener a la criatura, pero igual preferí quedarme.

Tomada esa decisión me metí a trabajar de lleno en el Lomas del Real (poquito trascendente ese movimiento en mi vida...). Ahí haría carrera en educación, me haría experta en adolescencia y conocería a mi futuro marido... nada más.

Empezó así: Domingo 11 de marzo de 2001 en Misa de 6 ó 7 en la Sagrada Familia veo a mi hermano a lo lejos (cada uno iba por su lado) corriendo para contestar la llamada que entraba a su celular. "Ahi viene Melissa", pensé de inmediato. Y sí, alrededor de las 11pm nació el pedacito aquel con los enormes ojos, que la caracterizan hasta ahora, bien abiertos.

Recuerdo un momento feliz. A pesar de que mi hermano tenía apenas 17 años y mi cuñada 16, el hecho de ver a aquella niñita sana y curioseando desde el minuto 1 de vida fue una alegría inmensa.

La pasaba a visitar saliendo de trabajar. La cargaba, la dormía, se quedaba perdida de sueño sobre mi pecho a las 3 semanas. Tiraba baba por ella ¡vamos!

Me perdí su fiesta de 1 año. Andaba en unos menesteres  que me lo impidieron y lamento haber faltado. Ni modo. Se lo compensé de muchas formas, creo.

Se quedaba a dormir en mi casa (cuando vivía con mis papás), la llevaba al cine, salíamos a comer, jugábamos, nos disfrazábamos, bailábamos, cantábamos, paseábamos, horneábamos galletas, me acompañaba a eventos del colegio, iba con mis alumnas al Catecismo de los sábados en Milpillas, es más, hasta le festejamos un cumple ahí con pastel, dulces y toda la cosa... En fin, hacíamos de todo. Tengo recuerdos muy divertidos.

Ahora que pienso, muchas de las cosas que hago y veo ahora con mis hijas las hago por segunda y hasta tercera ocasión. Meli me levantaba los sábados a las 8 a ver La Casa de Mickey Mouse. Ahora la veo a las 9 y ya hasta me sé los diálogos... ¡Me hace una ilusión!

Probablemente un dato que nadie sepa es que hice mayor amistad con César y Caro (ahora padrinos de Ana Luisa) por "playdates" con Meli y las hermanas menores de Carolina.

Con ella me di cuenta de lo importante de ser mejor persona, pues sería su ejemplo; de adulto, de tía, de mujer soltera, de lo que gusten... Debo confesar que me ayudó a hacerme más fuerte, a ser generosa, a dejar el amargue, a combatir la pereza y a hacer el ridículo sabroso públicamente y en privado.

Creo que hubo un momento en que Melissa fue prioridad en mi vida. Cualquier cosa que ella requiriera era más importante que todo lo demás. Más que mi sueño, mi hambre, mi descanso, mis caprichos, mis preferencias televisivas, mi cansancio y planes... Así de importante.

Por si fuera poco, convivir con ella me hizo darme cuenta de que el matrimonio y la maternidad eran para mi. No es poca cosa ¡eh! Todos creen que están hechos para ser esposos y padres, y no es así.

La miraba y me ilusionaba pensar en mis hijos. Cosa que, dicha sea de paso, se vislumbraba bieeen harto lejos. No nos engañemos, a los casi 30, sin novio ni cosa parecida cerca uno comienza a dudar de que ese sea su camino. Las cosas llegan a su tiempo para cada quien, pero a mi ya me se me andaba viendo cara de celibato apostólico.

Dicen que no hay instructivo para ser mamá, que no hay un manual que te diga cómo hacer las cosas. Es verdad. Y cada hijo es distinto, así que habría un manual por cada persona que llega a éste mundo y eso sería un excesivo desperdicio de papel. Pero yo tuve entrenamiento. Siendo tía me preparé para ser mamá, es un rol de pocas tuercas y lo gocé tremendamente.

Gracias Melitin por enseñarme a querer desinteresadamente. Te quiero Pikiye. De eso sí que me acuerdo bien.

Tu tía Makayuela.