lunes, 3 de octubre de 2011

Mi Pikiye!

Hace unos días hablaba con Tony, mi hermano menor, y le comentaba que ya era yo conciente de mi mala memoria pero que había detalles que lo hacían más evidente.

¿Cómo cuáles? Cosas de Melissa, mi sobrina, se me estaban olvidando. Al día de hoy tiene 10 años, y pasó los primeros 5 muy cerca de mi. Créanme que cuando digo cerca en verdad me refiero a que prácticamente viví con ella todos sus momentos desde que nació hasta sus 5 y tengo muy fresco el cumpleaños 6 en el que me disfracé de Chilindrina, pero esa es otra historia.

La verdad es que muchos momentos y situaciones de mi vida estuvieron marcados por su nacimiento. Yo andaba con planes de irme a Argentina disque a estudiar periodismo deportivo o no sé qué cuando Tony nos dijo que sería papá... No me pregunten por qué a mi me pareció que irme sería imprudente. Ni que yo fuera a parir o mantener a la criatura, pero igual preferí quedarme.

Tomada esa decisión me metí a trabajar de lleno en el Lomas del Real (poquito trascendente ese movimiento en mi vida...). Ahí haría carrera en educación, me haría experta en adolescencia y conocería a mi futuro marido... nada más.

Empezó así: Domingo 11 de marzo de 2001 en Misa de 6 ó 7 en la Sagrada Familia veo a mi hermano a lo lejos (cada uno iba por su lado) corriendo para contestar la llamada que entraba a su celular. "Ahi viene Melissa", pensé de inmediato. Y sí, alrededor de las 11pm nació el pedacito aquel con los enormes ojos, que la caracterizan hasta ahora, bien abiertos.

Recuerdo un momento feliz. A pesar de que mi hermano tenía apenas 17 años y mi cuñada 16, el hecho de ver a aquella niñita sana y curioseando desde el minuto 1 de vida fue una alegría inmensa.

La pasaba a visitar saliendo de trabajar. La cargaba, la dormía, se quedaba perdida de sueño sobre mi pecho a las 3 semanas. Tiraba baba por ella ¡vamos!

Me perdí su fiesta de 1 año. Andaba en unos menesteres  que me lo impidieron y lamento haber faltado. Ni modo. Se lo compensé de muchas formas, creo.

Se quedaba a dormir en mi casa (cuando vivía con mis papás), la llevaba al cine, salíamos a comer, jugábamos, nos disfrazábamos, bailábamos, cantábamos, paseábamos, horneábamos galletas, me acompañaba a eventos del colegio, iba con mis alumnas al Catecismo de los sábados en Milpillas, es más, hasta le festejamos un cumple ahí con pastel, dulces y toda la cosa... En fin, hacíamos de todo. Tengo recuerdos muy divertidos.

Ahora que pienso, muchas de las cosas que hago y veo ahora con mis hijas las hago por segunda y hasta tercera ocasión. Meli me levantaba los sábados a las 8 a ver La Casa de Mickey Mouse. Ahora la veo a las 9 y ya hasta me sé los diálogos... ¡Me hace una ilusión!

Probablemente un dato que nadie sepa es que hice mayor amistad con César y Caro (ahora padrinos de Ana Luisa) por "playdates" con Meli y las hermanas menores de Carolina.

Con ella me di cuenta de lo importante de ser mejor persona, pues sería su ejemplo; de adulto, de tía, de mujer soltera, de lo que gusten... Debo confesar que me ayudó a hacerme más fuerte, a ser generosa, a dejar el amargue, a combatir la pereza y a hacer el ridículo sabroso públicamente y en privado.

Creo que hubo un momento en que Melissa fue prioridad en mi vida. Cualquier cosa que ella requiriera era más importante que todo lo demás. Más que mi sueño, mi hambre, mi descanso, mis caprichos, mis preferencias televisivas, mi cansancio y planes... Así de importante.

Por si fuera poco, convivir con ella me hizo darme cuenta de que el matrimonio y la maternidad eran para mi. No es poca cosa ¡eh! Todos creen que están hechos para ser esposos y padres, y no es así.

La miraba y me ilusionaba pensar en mis hijos. Cosa que, dicha sea de paso, se vislumbraba bieeen harto lejos. No nos engañemos, a los casi 30, sin novio ni cosa parecida cerca uno comienza a dudar de que ese sea su camino. Las cosas llegan a su tiempo para cada quien, pero a mi ya me se me andaba viendo cara de celibato apostólico.

Dicen que no hay instructivo para ser mamá, que no hay un manual que te diga cómo hacer las cosas. Es verdad. Y cada hijo es distinto, así que habría un manual por cada persona que llega a éste mundo y eso sería un excesivo desperdicio de papel. Pero yo tuve entrenamiento. Siendo tía me preparé para ser mamá, es un rol de pocas tuercas y lo gocé tremendamente.

Gracias Melitin por enseñarme a querer desinteresadamente. Te quiero Pikiye. De eso sí que me acuerdo bien.

Tu tía Makayuela.

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